Historia #17
LAS HAYACAS - (Los Tamales)
En el año 1990, Bani y yo teníamos 8 años, mi papá arreglaba zapatos en el Barrio San Martín y mi mamá cuidaba de nosotros, incluyendo a mi hermana menor que tenía 1 añito.
Bani y yo, a pesar de ser tímidos, salíamos a vender hayacas, de las que preparaba la esposa del Señor Campo Elías, el de las cabras, y lo hacíamos porque sin comprender mucho sobre economía y todas esas carajadas, sabíamos que, posiblemente, si nos iba bien, tendríamos una buena cena, ya que esa era la época de las vacas flacas, ¿dije vacas flacas?, quise decir la época de las vacas anoréxicas, con depresión y garrapatas, pulgas y hemorroides, llevadas del mierdero. Creo que ya me hice entender.
Un sábado en la mañana, salimos a hacer la ruta, cada uno por su lado, no se imaginan el esfuerzo demencial que tenía que hacer para ofrecer esas hayacas, con sólo decirles que cuando vendí churros tenía 11 años y no era capaz de hablar, ahora con 8 años, el peor vendedor del mundo, jajajaja. Llegué a la primera cuadra de la urbanización San Martín, había un señor sentado en la sala de su intensamente calurosa casa, tomé fuerza de voluntad y decidí ofrecerle mi producto. Para esta escena quiero que me visualicen lo mejor posible: El señor ve que al frente de su casa se para un niño muy flaco, con un par de dientes frontales que no caben en su inmensa boca, con las orejas grandes, incluyendo la oreja marciana que tengo, sudado, sucio, con unas chanclas de plástico muy gastadas, con un balde que creo que pesaba más que yo. Les cuento que cuando él me miró, yo sentí lo peor, sin embargo, me atreví y le dije con el acento que nos caracteriza a los Cucuteños: "Eñor, hayacas", yo no había terminado de decirle cuando él me estaba gritando: "Chino Marica, ya no le dije que NO", inmediatamente me puse a llorar, levanté mi balde y me fui para la casa.
Bani y yo, a pesar de ser tímidos, salíamos a vender hayacas, de las que preparaba la esposa del Señor Campo Elías, el de las cabras, y lo hacíamos porque sin comprender mucho sobre economía y todas esas carajadas, sabíamos que, posiblemente, si nos iba bien, tendríamos una buena cena, ya que esa era la época de las vacas flacas, ¿dije vacas flacas?, quise decir la época de las vacas anoréxicas, con depresión y garrapatas, pulgas y hemorroides, llevadas del mierdero. Creo que ya me hice entender.
Un sábado en la mañana, salimos a hacer la ruta, cada uno por su lado, no se imaginan el esfuerzo demencial que tenía que hacer para ofrecer esas hayacas, con sólo decirles que cuando vendí churros tenía 11 años y no era capaz de hablar, ahora con 8 años, el peor vendedor del mundo, jajajaja. Llegué a la primera cuadra de la urbanización San Martín, había un señor sentado en la sala de su intensamente calurosa casa, tomé fuerza de voluntad y decidí ofrecerle mi producto. Para esta escena quiero que me visualicen lo mejor posible: El señor ve que al frente de su casa se para un niño muy flaco, con un par de dientes frontales que no caben en su inmensa boca, con las orejas grandes, incluyendo la oreja marciana que tengo, sudado, sucio, con unas chanclas de plástico muy gastadas, con un balde que creo que pesaba más que yo. Les cuento que cuando él me miró, yo sentí lo peor, sin embargo, me atreví y le dije con el acento que nos caracteriza a los Cucuteños: "Eñor, hayacas", yo no había terminado de decirle cuando él me estaba gritando: "Chino Marica, ya no le dije que NO", inmediatamente me puse a llorar, levanté mi balde y me fui para la casa.
Lo que yo no sabía, es que Bani ya había pasado por es cuadra. (Somos gemelos)
ESE DÍA APRENDÍ QUE LA LOGÍSTICA ES IMPORTANTE EN LOS NEGOCIOS!
Mentiras, cuál logística ni que nada, ese día lloré mucho para que mi mamá me diera una hayaca.
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